La vestimenta nacional de los países, un argumento claro para la existencia del hiÿâb en dichas sociedades
Si observamos la vestimenta nacional de los países del mundo veremos claramente el hiÿâbcomo vestimenta de la mujer. El modelo de tales vestimentas confirma que el hiÿâb era usual en medio de la mayoría de los pueblos del mundoy no era peculiar de alguna religión o pueblo especifico.Echar un vistazo a los escritos de Brown Washnaideren su libro titulado “La vestimenta de los diferentes pueblos” en el que presenta en forma ilustrada la vestimentas de los diferentes pueblos desde la antigüedad hasta el siglo XX, demuestra que antiguamente entre los judíos, cristianos, árabes, griegos, romanos, germanos,pueblos del Cercano Oriente, etc., se acataba en forma perfecta la vestimenta de la mujer y todas ellas cubrían sus cabellos. Él señala: “Desde la segunda mitad del siglo XVIII en Europa se comenzó a observar una disminución gradual del hiÿâb. No obstante, incluso hasta finales del siglo XIX la vestimenta regional de la gran mayoría de las europeas era cubrir sus cabellos junto a un largo vestido”.Teniendo en cuenta lo dicho, ¿acaso debemos argumentar respecto a por qué existe el hiÿâb, o por el contrario, debemos preguntar por qué se perdió el hiÿâb? En realidad debemos investigar qué sucedió que el ser humano, cuyo pudor y vestimenta son parte de su naturaleza, se precipitó a la situación actual de corrupción y a un cierto grado de desnudez. Si queremos responder en una sola frase, debemos decir que la raíz de esto se encuentra en el humanismo y secularismo, es decir, la separación de la religión y las creencias religiosas de la escena de la vida del ser humano.
Testimonio histórico; otra prueba para la condición de innata del hiÿâb
Quienes analizaron la vida del ser humano y su evolución creen que éste, desde su surgimiento, ha intentado preparar para sí una vestimenta adecuada. Esta vestimenta comenzó con las hojas de los árboles y paulatinamente se perfeccionó.
El hiÿâb en la cultura de los pueblos e ideologías del mundo De acuerdo al testimonio de los textos históricos, en la mayoría de los pueblos y credos del mundo el uso del hiÿâb era común entre las mujeres, y jamás desapareció aunque a veces ha sufrido altibajos.
Los historiadores mencionan muy poco a los pueblos primitivos en los que sus mujeres no tenían hiÿâb. Son tan ínfimos que al momento de comparar no merecen ser mencionados, por lo tanto podemos afirmar que la generalización del uso del hiÿâb en los diferentes pueblos con diferentes creencias, religiones y condiciones geográficas, ndica que la tendencia hacia el hiÿâb es algo natural, pudiéndose alegar que en los pocos pueblos primitivos en los cuales era usual la desnudez, fue la existencia de algunos obstáculos lo que impidió el florecimiento de sus capacidades naturales e innatas.
La mayoría de los historiadores e investigadores han hecho referencia a la expansión del uso del hiÿâb entre las mujeres.
Leemos en la Enciclopedia Larousse: “Las mujeres griegas en épocas pasadas cubrían sus rostros y sus cuerpos hasta encima de los pies. Las mujeres fenicias utilizaban unos hiÿâb de color rojo”.
El tema del hiÿâb se observa en las palabras de los más antiguos escritores griegos.
Agrega Larousse: “El hiÿâb existió entre las mujeres de Siberia y los habitantes de Asia Menor y entre las mujeres de la ciudad de Mad (persas y árabes). Las romanas usaban un hiÿâb más estricto.”
En su libro, Will Durant, habla de un hiÿâb estricto que existía entre las mujeres de la Nueva Bretaña y la isla de Borneo.
El filósofo occidental Bertrand Russell, en su libro “Matrimonio y Moral”, habla de un hiÿâb estricto que usaban las mujeres.
La historia de Adán y Eva es una clara prueba de que el hiÿâb es una cuestión innata en la naturaleza del ser humano
Reflexionar en la historia de Adán y Eva –que la paz sea con ambos- corrobora el hecho de que cubrirse es una cuestión innata en el ser humano. Leemos en la Torá: “Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio ta mbién a su marido, el cual comió así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales. Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto…”
“Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes. Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió.”(Génesis 3, 6-8 y 20-21)
Según este texto Adán y Eva no tenían vestiduras y recién luego de comer del árbol prohibido se les abrió los ojos y entendieron que estaban desnudos, e inmediatamente se cubrieron con hojas de los árboles, otorgándoles Dios una vestimenta de piel.
Respecto a la historia de Adán y Eva leemos en el Corán:
«Y, con engaños, les sedujo. Mas cuando hubieron gustado ambos del árbol, se les reveló su desnudez, y comenzaron a cubrirse con hojas del Paraíso. Entonces, su Señor les llamó: “¿No os había vedado este árbol y no os había dicho que Satán era vuestro enemigo declarado?”»(Sura Al-A‘râf, 7: 22)
Según las benditas aleyas del Sagrado Corán, Adán y Eva antes de probar del árbol prohibido ya tenían vestiduras, pero al comer de dicho árbol, por efecto de la tentación de Satanás, perdieron su vestimenta.
Sea como fuere, de acuerdo a las dos transmisiones, tras sentir la desnudez, inmediatamente se cubrieron con hojas de árboles del Paraíso.
Este sentimiento de vergüenza ante la desnudez, incluso sin la presencia de un observador extraño, y su esfuerzo por cubrirse, desde que sucedió sin una previa instrucción u orden por parte de Dios o del Ángel de la revelación, nos da a entender la condición de innata de la vestimenta en el ser humano y corrobora que esta necesidad de cubrirse no surgió gradualmente a raíz de la civilización sino que los primeros seres humanos tendieron a ella en forma natural e innata.
Según una tradición del Profeta (BP): “Luego del descenso de Adán a la tierra Dios ordenó sacrificar uno de los ocho corderos que Dios les había otorgado y confeccionar ropa con su lana”.
El envío de algún medio para confeccionar las vestiduras fue como una respuesta a la tendencia interna del ser humano. Los testimonios de los biólogos y sicólogos ta mbién corroboran este tema.
La desnudez, la trampa de Shaitân
El Corán presenta a la desnudez como una trampa que Satanás tiende en el camino del hombre, la considera contraria a la naturaleza de los seres humanos y les advierte que no se precipiten en dicha trampa:
«¡Oh, hijos de Adán! ¡Que Satanás no os seduzca, como sedujo a vuestros padres en el Paraíso y les hizo salir de él despojándoles de sus vestiduras para mostrarles su
desnudez! Por cierto que él y sus fautores os acechan desde donde vosotros no les veis. Sin duda que hemos designado a los demonios protectores de los incrédulos»(Sura Al-A‘râf, 7: 27).
Lamentablemente, muchos, a lo largo de la historia, se han precipitado en la trampa de Satán, y la cultura occidental, más que cualquier otra, acogió esta trampa satánica para desnudarse y exhibirse.
La vestimenta, un regalo divino
La vestimenta, un regalo divino Indudablemente, en concordancia con las características psíquicas y físicas del hombre, la creación de ropas y vestimentas y el vuelco natural hacia ellas se considera una de las gracias y regalos divinos.
Dice el Generoso Corán en cuanto a la creación de la vestidura:
«¡Oh, hijos de Adán! Hemos hecho bajar para vosotros una vestidura para cubrir vuestra desnudez y para ornato. Pero la vestidura del temor de Al·lah, ésa es mejor. Ese es uno de los signos de Al·lah. Quizás, así, se dejen amonestar»(Sura Al-A‘râf, 7: 26).
Algunos exegetas han interpretado “el descenso de la vestidura” como que Dios, por
medio de hacer descender la lluvia, hace crecer plantas de algodón de la tierra y cría los
ganados a fin de que los seres humanos confeccionen sus vestimentas con su algodón, lana y pieles, y de esa manera, por un lado se cubran a sí mismos, y por otro lado se engalanen.
Naturalmente este tipo de vestiduras solo cubren el cuerpo de la persona, y eso no es suficiente. Lo que otorga valor real al espíritu humano es la vestidura de la piedad, vestidura que adorna el espíritu del ser humano.