LA RECIEN NACIDA DE LA REVELACION
El día viernes, 20 de Yamadiuz Zani, cinco años después de que el Profeta fuera designado como tal, bajo el cielo del Hiyaz, en los declives de las rocosas montañas de La Meca, frente al panorama de la Ka’ba, en la Casa de la Revelación, en el sitio que el Profeta iluminaba cuando recitaba versículos del Corán, en la casa que los ángeles conocían muy bien y frecuentaban, en la casa donde la voz celestial del Profeta, cuando oraba mañana y tarde, vinculaba su suelo al cielo, en la casa que fuera esperanza de los huérfanos, en el lugar al que se abocaban los desamparados, en el refugio de los desterrados, en la casa del Profeta y de Jadiyah, nació una bella niña… la hija de Muhammad.
La manifestación de la pureza, la humanidad hecha mujer, la igual de Alí (P), la Señora de las mujeres del universo, Fátima, llegó a este mundo. La casa del Enviado de Dios (BP) fue la institución de amor y cariño. En aquellos días, cuando el Profeta atravesaba las dificultades propias de su lucha por salvar a los hombres, como una brisa suave, acariciaba los agotados semblantes de sus padres y minimizaba el dolor de los días más penosos del Mensaje.
¡Qué hermoso que una niña fuera tan valorada! De la cual dijera el Enviado de Dios: “Es mi alma… Cuando anhelo oler el perfume del paraíso me acerco a Fátima".
Esto no es nada extraño tratándose de Fátima, ya que ella conforma el grupo al cual Dios hace referencia y elogia en el Sagrado Corán, cuando dice:
«ALLAH SOLO QUIERE ALEJAR DE VOSOTROS LA IMPUREZA, ¡OH GENTE DE LA CASA (PROFETICA)!, Y PURIFICAROS DE SOBREMANERA »