La vestimenta, un regalo divino
Indudablemente, en concordancia con las características psíquicas y físicas del hombre, la creación de ropas y vestimentas y el vuelco natural hacia ellas se considera una de las gracias y regalos divinos.
Dice el Generoso Corán en cuanto a la creación de la vestidura:
«¡Oh, hijos de Adán! Hemos hecho bajar para vosotros una vestidura para cubrir vuestra desnudez y para ornato. Pero la vestidura del temor de Al·lah, ésa es mejor. Ese es uno de los signos de Al·lah. Quizás, así, se dejen amonestar».
Algunos exegetas han interpretado “el descenso de la vestidura” como que Dios, por medio de hacer descender la lluvia, hace crecer plantas de algodón de la tierra y cría los ganados a fin de que los seres humanos confeccionen sus vestimentas con su algodón, lana y pieles, y de esa manera, por un lado se cubran a sí mismos, y por otro lado se engalanen. Naturalmente este tipo de vestiduras solo cubren el cuerpo de la persona, y eso no es suficiente. Lo que otorga valor real al espíritu humano es la vestidura de la piedad, vestidura que adorna el espíritu del ser humano.
La desnudez, la trampa de Shaitân
El Corán presenta a la desnudez como una trampa que Satanás tiende en el camino del hombre, la considera contraria a la naturaleza de los seres humanos y les advierte que no se precipiten en dicha trampa:
«¡Oh, hijos de Adán! ¡Que Satanás no os seduzca, como sedujo a vuestros padres en el Paraíso y les hizo salir de él despojándoles de sus vestiduras para mostrarles su desnudez! Por cierto que él y sus fautores os acechan desde donde vosotros no les veis. Sin duda que hemos designado a los demonios protectores de los incrédulos»(Sura Al-A‘râf, 7: 27)
La posición del hiÿâb en la naturaleza innata del ser humano
Sin dudas, uno de los privilegios que posee el ser humano en comparación con otros seres es la capacidad para confeccionar una vestimenta adecuada para su cuerpo, puesto que, por un lado el hombre no tiene ningún medio natural para cubrirse, y por otro y puesto que entraña una conveniencia, existe una permanente atracción sexual entre el hombre y la mujer, lo cual no se limita a un período específico de tiempo -a diferencia de lo que ocurre con los animales. Además, el ser humano, en especial el hombre, desde el punto de vista psicológico, no es como algunos animales que teniendo una pareja ya no sienten ningún deseo por relacionarse con otro animal del sexo opuesto. Por lo tanto, el Señor del Universo ha dispuesto en la naturaleza del hombre la tendencia y deseo a cubrirse –especialmente en cuanto a las partes pudendas-, a fin de que los instintos pasionales sean utilizados solo en su correcto rumbo sin que se produzcan los factores de la corrupción y decadencia en el ser humano.
El significado etimológico del vocablo Hiÿâb
El significado etimológico de este término está en conformidad con su significado lingüístico y quiere decir: “cubrir el cuerpo”. Dice Aiatul·lah Mutahhari: “El uso de la palabra hiÿâb en cuanto a la vestimenta de la mujer, es una expresión prácticamente nueva. En terminología de los jurisconsultos se utilizaba el término “satr”. Hubiese sido mujer que no hubiese cambiado ya que el uso común del vocablo hiÿâb es “cortina” y esto ha causado que muchos, en especial un grupo de orientalistas, supusiese que el Islam ha querido que la mujer esté siempre detrás de una cortina, encarcelada en su casa, y que no saliese de la misma, mientras que no es así”.
Pero, dejando de lado el significado lingüístico, hoy en día es famoso el significado del hiÿâb aludiendo al “velo o cubierta de la mujer musulmana”. Naturalmente este mismo vocablo en la acepción de los místicos tiene otro significado.
La dote mientras menos sea mejor
Dijo el Mensajero de Dios (BPD): “Quien dé por dote un puñado de trigo granulado o de dátiles, su casamiento es lícito”
La dote en el Corán.
El Sagrado Corán no introdujo ni inventó la dote de la forma en que la presentamos en el quinto apartado. Esto se debe a que este tipo de dote fue dado por la creación naturalmente.
El único trabajo del Corán fue restaurar la dote a su forma natural.
El Sagrado Corán, con una sensibilidad y fuerza sin par, dijo:
“وَآتُواْ النِّسَاء صَدُقَاتِهِنَّ نِحْلَةً فَإِن طِبْنَ لَكُمْ عَن شَيْءٍ مِّنْهُ نَفْسًا فَكُلُوهُ هَنِيئًا مَّرِيئًا”
“Dad a vuestras mujeres su dote gratuitamente…” [Corán 4:4].
Es decir, las dotes de las mujeres, que les pertenecen a ellas (y no a sus padres o hermanos) y son regalos y presentes suyos, son para entregárselos a ellas