Los versículos Coránicos relativos al hiyab (1)
“¡Creyentes! No entréis en casa ajena sin daros a conocer y saludar a sus moradores. Es mejor para vosotros.” [Corán, 24: 27]
Este versículo describe el deber de un hombre que no es mahram (una persona con la que es lícito casarse), hacia la casa de otra persona. Por supuesto, hay reglas para aquéllos que son mahram (personas con las que es ilícito casarse). Este versículo habla de cómo debe entrar una persona en casa ajena.
Durante la época preislámica, cuando el sagrado Corán no había sido revelado, las casas no tenían candados, las puertas se cerraban básicamente por miedo a los ladrones, para entrar a un lugar había que llamar. Era la era de la ignorancia. En los pueblos no había, prácticamente, puertas cerradas, las puertas al patio estaban siempre abiertas. En ciertos lugares, no se cerraban las puertas ni siquiera de noche.
La historia demuestra que en Meca, las casas no tenían puertas. La primera persona que dio la orden de instalar puertas en las casas fue Mu’awiyah. Antes había estado prohibido hacerlo sólo en las casas de Meca. Esta era la situación general. No era costumbre en la época pre-islámica, entre los árabes, pedir permiso para entrar en una casa. Pensaban que era un insulto pedir permiso. Un versículo del sagrado Corán dice: “… no entréis sin que se os dé permiso. Si se os dice que os vayáis…” [Corán, 24: 28]
Esto que algunos consideran un insulto, tiene especial énfasis en el sagrado Corán, ya que es la muestra de los aspectos introductorios del hiyab, porque cada mujer, en su casa, está en un espacio en que no quiere ser vista, o no quiere ver a otra persona. Se reveló un versículo: “Cuando les pidáis un objeto hacedlo desde detrás de una cortina (hiyab)” [Corán, 33: 54]
Por lo tanto, una persona debe pedir permiso para entrar a una casa y solamente entrará si el propietario está de acuerdo. El bendito Profeta (la paz sea con él y su descendencia) dijo: “Para anunciar tu entrada pronuncia el nombre de Dios en voz alta".
Yo, más tarde, me di cuenta de que las palabras “Ia Allah", que los musulmanes pronuncian en voz alta para entrar, es el resultado de esta orden.
Anúnciate y mucho mejor si lo haces en el nombre de Dios. El Profeta (la paz sea con él y su descendencia), continuamente, hacía esto y le preguntaron: “¿Es ésta una norma de uso general que nosotros debemos usar al entrar en la casa de nuestras hermanas, hijas o madres?” Él (la paz sea con él y su descendencia) dijo: “¿Si tu madre se está desvistiendo, crees que te querrá ver en ese momento?
Ellos contestaron: No. Esta norma sirve para la casa de la madre y de cualquiera. No entres sin anunciar tu persona".
Cuando el Profeta (la paz sea con él y su descendencia) iba a entrar en casa de alguien, se colocaba detrás de la puerta de la habitación de manera que le pudiesen oír bien, “Assalamu ‘alaikum ia ahlul bait” (la paz sea con mi bendita descendencia). Él dijo: “Si no oyes respuesta, quizás la persona no te oyó. Vuelve a repetirlo en voz alta hasta, incluso, tres veces, si no te hubiesen respondido. Si a la tercera vez la persona no te responde, o no está en casa, o no te quiere ver, regresa más tarde". El bendito Profeta (la paz sea con él y su descendencia) hizo esto y se han narrado muchas historias acerca de ello, como por ejemplo, cuando quería entrar en casa de su hija y se anunciaba en voz alta. Si ella respondía, él entraba, si no, se marchaba y volvía más tarde.
Aquí, debemos señalar la diferencia en árabe entre “dar” y “bait". “Dar” corresponde a patio y “bait” a habitación. El sagrado Corán se refiere a “bait” cuando quieres entrar en la habitación de otra persona dado que las puertas del patio permanecían abiertas, el patio no tenía un carácter privado. Si una mujer, por ejemplo, no quiere que vean cómo está vestida, entonces no debe situarse en el patio, sino que debería estar en una habitación. Hoy día, el patio tiene las mismas normas que la habitación. La puerta está cerrada y tiene paredes altas. Las mujeres lo consideran un lugar, hasta cierto punto, de privacidad. En la actualidad, “dar” va parejo a “bait” y básicamente significa, el lugar donde la mujer no quiere que un extraño la vea.
“Esto es más puro para ti”. Esto es lo que las órdenes quieren decir. Las reglas que damos son buenas, no son ilógicas ni arbitrarias. Sabed que todo esto es bueno.
La vestimenta nacional de los países, un argumento claro para la existencia del hiÿâb en dichas sociedades
Si observamos la vestimenta nacional de los países del mundo veremos claramente el hiÿâbcomo vestimenta de la mujer. El modelo de tales vestimentas confirma que el hiÿâb era usual en medio de la mayoría de los pueblos del mundoy no era peculiar de alguna religión o pueblo especifico.Echar un vistazo a los escritos de Brown Washnaideren su libro titulado “La vestimenta de los diferentes pueblos” en el que presenta en forma ilustrada la vestimentas de los diferentes pueblos desde la antigüedad hasta el siglo XX, demuestra que antiguamente entre los judíos, cristianos, árabes, griegos, romanos, germanos,pueblos del Cercano Oriente, etc., se acataba en forma perfecta la vestimenta de la mujer y todas ellas cubrían sus cabellos. Él señala: “Desde la segunda mitad del siglo XVIII en Europa se comenzó a observar una disminución gradual del hiÿâb. No obstante, incluso hasta finales del siglo XIX la vestimenta regional de la gran mayoría de las europeas era cubrir sus cabellos junto a un largo vestido”.Teniendo en cuenta lo dicho, ¿acaso debemos argumentar respecto a por qué existe el hiÿâb, o por el contrario, debemos preguntar por qué se perdió el hiÿâb? En realidad debemos investigar qué sucedió que el ser humano, cuyo pudor y vestimenta son parte de su naturaleza, se precipitó a la situación actual de corrupción y a un cierto grado de desnudez. Si queremos responder en una sola frase, debemos decir que la raíz de esto se encuentra en el humanismo y secularismo, es decir, la separación de la religión y las creencias religiosas de la escena de la vida del ser humano.
Sermon (khutba) del Envido de Dios (s.a.w)en el dia de Qadir khum 27
Sermon (khutba) del Envido de Dios (s.a.w)en el dia de Qadir khum 26
Testimonio histórico; otra prueba para la condición de innata del hiÿâb
Quienes analizaron la vida del ser humano y su evolución creen que éste, desde su surgimiento, ha intentado preparar para sí una vestimenta adecuada. Esta vestimenta comenzó con las hojas de los árboles y paulatinamente se perfeccionó.
El hiÿâb en la cultura de los pueblos e ideologías del mundo De acuerdo al testimonio de los textos históricos, en la mayoría de los pueblos y credos del mundo el uso del hiÿâb era común entre las mujeres, y jamás desapareció aunque a veces ha sufrido altibajos.
Los historiadores mencionan muy poco a los pueblos primitivos en los que sus mujeres no tenían hiÿâb. Son tan ínfimos que al momento de comparar no merecen ser mencionados, por lo tanto podemos afirmar que la generalización del uso del hiÿâb en los diferentes pueblos con diferentes creencias, religiones y condiciones geográficas, ndica que la tendencia hacia el hiÿâb es algo natural, pudiéndose alegar que en los pocos pueblos primitivos en los cuales era usual la desnudez, fue la existencia de algunos obstáculos lo que impidió el florecimiento de sus capacidades naturales e innatas.
La mayoría de los historiadores e investigadores han hecho referencia a la expansión del uso del hiÿâb entre las mujeres.
Leemos en la Enciclopedia Larousse: “Las mujeres griegas en épocas pasadas cubrían sus rostros y sus cuerpos hasta encima de los pies. Las mujeres fenicias utilizaban unos hiÿâb de color rojo”.
El tema del hiÿâb se observa en las palabras de los más antiguos escritores griegos.
Agrega Larousse: “El hiÿâb existió entre las mujeres de Siberia y los habitantes de Asia Menor y entre las mujeres de la ciudad de Mad (persas y árabes). Las romanas usaban un hiÿâb más estricto.”
En su libro, Will Durant, habla de un hiÿâb estricto que existía entre las mujeres de la Nueva Bretaña y la isla de Borneo.
El filósofo occidental Bertrand Russell, en su libro “Matrimonio y Moral”, habla de un hiÿâb estricto que usaban las mujeres.