Educación (Civilización del Islam)1
Dijo Alí Ibn Abi Talib: «No hay riqueza comparable a la razón, ni pobreza que se iguale a la ignorancia, ni herencia como la cultura, ni ayuda como el mutuo consenso» (Nahyul Balagha, “Las cimas de la elocuencia”).
El origen de la educación y la civilización en el Islam fue la imitación de las costumbres, consejos y tradiciones (Sunna) del Santo Profeta del Islam que eran una extensión de los principios y mandatos contenidos en el Libro por Excelencia, el Sagrado Corán, emanados de la Revelación del Graciabilísimo, Misericordiosísimo. Entre sus dichos alusivos a la educación y la enseñanza figuran aquellos que dicen: «Hacer la ciencia accesible a todos es alentar a cada uno a instruirse» e «Instruirse en la juventud es grabar sobre la piedra».
La enseñanza empezaba tan pronto como el niño aprendía a hablar; enseguida se le enseñaba a decir: «No hay otro Dios más que Dios, y Muhammad es su Mensajero». A la edad de seis años entraba en una escuela elemental, instalada usualmente en una mezquita, a veces junto a una fuente pública al aire libre. La instrucción era normalmente gratuita y el programa muy simple: las cinco plegarias diarias obligatorias para todo musulmán, lectura suficiente para descifrar e interpretar el Sagrado Corán y, por lo demás, el mismo Corán como teología, historia, ética y derecho.
Cada día el alumno debía aprender de memoria y recitar en voz alta una parte del Corán; la meta que se señalaba a todos los estudiantes era saber de memoria las 114 suras o capítulos. El que lo conseguía era llamado hafiz (memorizador), y era reconocido públicamente. El que ta mbién aprendía la escritura, la arquería, montar a caballo y la natación era llamado al-kamil (el perfecto). El método era la memoria, la disciplina era una combinación de rigor, perseverancia e idoneidad. Un soberano musulmán del siglo VIII advertía al preceptor de su hijo con estas palabras: «No seas tan estricto que sofoques sus facultades, ni tan indulgente que llegues a acostumbrarlo al ocio. Enderézalo tanto como puedas mediante la bondad y la dulzura, pero no dejes de recurrir a la severidad si él no corresponde».
No hay enfermedad incurable
El Profeta del Islam (PBD) dijo:
*ما انزَلَ الله من داء الا جعلَ لَه دواء*
Traducción :
“Dios no ha creado ninguna enfermedad a menos que haya creado un remedio para ella.”
(Ref. NahyulFasahah)
Breve descripción
El mundo en el que vivimos consta de una serie de acciones y reacciones. Para cada poder negativo hay una correspondiente potencia positiva y correctiva que debe ser encontrada y utilizada. De hecho, la continuación de nuestra vida es el efecto del equilibrio entre estos poderes. Tomando en consideración
este hecho, se puede afirmar que no existe una enfermedad corpórea incurable, ni hay problema social que no pueda ser resuelto. Aquellos que asumen que ciertos problemas complejos no tienen solución o que algunas enfermedades no tienen cura,no saben este hecho importante; es decir que no hay ninguna enfermedad incurable.
Por lo tanto, la gente no debe rendirse frente a los problemas; sino que debe perseverar y seguir trabajando con paciencia en las dificultades de la vida hasta que se encuentre una solución.
Extraído del libro: Ciento cincuenta lecciones para la vida
El Hiÿâb en la legislación judía
Aunque es posible que con las diferentes circunstancias y factores, con el paso del tiempo el hiÿâb deje efecto en la práctica y modalidades de un credo, y lo cambie o altere su forma, al mismo tiempo, una continua práctica de los adeptos de un credo puede ser el mejor testigo para la existencia de cierto principio práctico de tal religión.La generalidad del hiÿâb en medio de las mujeres judías no es algo que alguien pueda negar o poner en duda. La generalidad del hiÿâb entre las judías es tan famosa y documentada que muchos historiadores e intelectuales consideraron el uso del hiÿâb entre los pueblos relacionados con los judíos, como el efecto de la propagación de la cultura del pueblo judío. Los historiadores aclaran: “En Irán y entre los judíos y pueblos que imitaban las ideas judías, el hiÿâb se encontraba en una medida más intensa delo que el Islam requería. En estos pueblos ta mbién se cubrían el rostro y las manos. Incluso en algunos de estos pueblos no se hablaba de cubrir a la mujer, sino de ocultarla, y esta idea se había convertido en una costumbre dificultosa.” Escribe Will Durant: “A lo largo de los siglos medievales los judíos engalanaban a sus mujeres con ropajes elegantes, pero no les permitían presentarse ante la gente con el cabello descubierto. Mostrar el cabello conformaba una falta tal que, aquella que la cometía, merecía ser divorciada.” Él, al describir a las mujeres judías dice: “Su vida matrimonial, a pesar de la existencia de la poligamia, de una forma muy admirable, estaba repleta de pureza y castidad. Sus mujeres eran señoritas con hiÿâb, esposas activas, madres engendradoras (de muchos hijos) y fieles, y puestoque se casaban muy pronto, la corrupción estaba disminuida a lo mínimo”. En muchos lugares de la Torá y el Talmud, de una forma explícita y clara ha sido expuesta la obligación de cubrirse el cabello ante los hombres no íntimos y afuera de la casa, incluso para cruzar por un camino particular que une dos casas. Ta mbién se expone la prohibición de parecerse la mujer al hombre y viceversa en la forma de vestir, la prohibición de tener contactos físicos y mezclarse con mujeres no íntimas, el impedimento de sostener una conversación en voz alta aunque sea entre esposos, y caminar de una manera que se escuchen los sonidos de los adornos que llevaban en sus piernas, lo cual, según ellos, ocasiona el descenso de la ira y castigo divino.En el Talmud se legisló la fuerte pena de divorcio sin dote para aquellas que contrariaban la ley del hiÿâb. La práctica de los judíos basada en el uso del chador, el pañuelo, y el velo que cubre el rostro que reiteradamente se observa en la Torá, la separación del lugar de adoración de las mujeres y hombres en las sinagogas, censurar las poesías compuestas en alabanza a la belleza de las mujeres, el impedimento de ir a la escuela y a los templos, y los discursos de las mujeres generalmente por detrás de una cortina… no solo expresan el uso del hiÿâben la legislación judía, sino que demuestran una aplicación categórica e intensas leyes y prácticas de los judíos en cuanto a la formadel hiÿâb. De hecho, el hiÿâbde las mujeres en la legislación judía fue severo e intenso.
La opinión del Profesor Mutahhari como un investigador y sabio musulmán
El Profesor Mutahhari, en su libro “La Cuestión del Hiÿâb”, fusionando las dos hipótesis mencionadas, plantea una hipótesis más completa. Dice: “Se habla generalmente respecto a la raíz de la ética sexual como el pudor, la castidad, y ta mbién el deseo de la mujer de cubrirse a sí misma frente al hombre, y aquí se expusieron unas opiniones, la más exacta de las cuales es que el pudor, la castidad y el cubrirse, son una medida que utiliza la misma mujer para proteger su valor y cuidar de su posición ante los hombres. La mujer, por medio de su inteligencia innata y a través de un sentido especial que posee se percató de que desde el punto de vista físico no puede igualarse al hombre, y si quiere estar junto al hombre en el campo de la vida, no podrá vencer la fuerza del hombre.Por otra parte, se percató del punto débil del hombre en esa misma necesidad que la creación estableció en el seno de los hombres, que ha dispuesto al hombre como la manifestación del hecho de amar y desear, ya la mujer como la manifestación de ser amado y deseado.Cuando la mujer encontró su lugar y posición frente al hombre y se percató del punto débil del hombre en cuanto a ella, de la misma forma que se aferró a engalanarse y embellecerse para adueñarse del corazón del hombre, ta mbién se aferró a mantenerse alejada del alcance del hombre… a fin de elevar su posición”.Él agrega, “Por supuesto, observamos contradicciones en las opiniones de algunos científicos occidentales en este terreno, ya que por un lado hacen referencia a la condición innata del pudor y del hiÿâb, y por otro hablan de otros factores sociales, económicos, la tendencia a embellecerse… que no vemos la necesidad de tratarlos, y la mejor respuesta a ellos es la opinión de los biólogos y sicólogos”.